Esto es una prueba. Coraz
El triste olvido que somos
“No soy el insensato que se
aferra al mágico sonido de su nombre;
pienso con esperanza en aquel hombre,
que no sabrá quién fui sobre la tierra”, fragmento del poema “El olvido que seremos”, que Héctor Abad Faciolince se lo adjudicó al gran
escritor Jorge Luis Borges. No encuentro mejor forma para hablar de sentidas
muertes de personajes cultivadores en
gran parte de lo poco que somos en
cultura, pero también de olvidos y de la epidemia de no valorarnos como
sociedad
Ya el duelo en la música
folclórica se había hecho estremecer, se repitió el 16 de noviembre del 2009,
aquel entonces se despidió muy silenciosamente, el “Mono” Bertel, sus días callados por el
olvido terminaron, pero lo paradójico del asunto es que su muerte no despertó
la algarabía que se necesitaba para saber que algo mal está sucediendo con
nuestros valores culturales y con la gente que ha llevado a Magangué a tener cierto
reconocimiento, afuera pero aquí no.
Su muerte hizo sonar unas campanas pero tan
débiles que parecieron un viento perdido. Hoy tenía que llegar otra muerte para
recordarnos que se nos ha olvidado definitivamente nuestra memoria cultural,
una muerte que entristece pero que nos pone otra vez de cara a reconocer que
algo hay que cambiar, lo mal que estamos
con los elementos que crean nuestra
identidad. Otra muerte que debería despertarnos y abrir el debate de la
cultura, identidad, pertenencia, de nuestro folclor y de la atención de
nuestros gestores culturales.
Esta vez fue el maestro José
Miguel Arango, fundador junto al Mono Bertel en el año de 1962 de una
agrupación que tanto reconocimiento y orgullo otorgó a nuestro municipio… Los
Cumbiamberos de Magangué.
Me encontré con su hijo Wilmer y
me hizo llegar el texto que envió al Ministerio de Cultura sobre la precaria
situación en que falleció su padre. “Para José Miguel no hubo decreto por parte
de la administración, nunca hubo un reconocimiento. ¡Qué triste!”. La noticia
corrió como una más de las que se publican diariamente.
¿Qué pasa?, porque no intentamos
hacer un poco de esfuerzo y le damos un verdadero significado a los elementos
constitutivos de nuestra cultura, inclusive de nuestro proyecto de comunidad,
no es un capricho lo que pretendo, es decirles a los hombre y mujeres del
mañana que intentamos, que fuimos capaces de cambiar, que nos reinventamos como
comunidad. Pero la banalidad, me temo no nos deja ver el bosque completo.
Habrá que esperar algún acto
rimbombante para ver placas, honores y reconocimientos, para el maestro José no
las hubo, pero aún por igual, de
haberlas ahora o que se sigan entregando por montones a otros, lenta y
calladamente estamos presenciando el olvido que somos.
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